lunes, 9 de mayo de 2011

$0,70


…los pies se le resbalaban en la vereda, como si caminaran sobre nubes y estuvieran muy seguros de a donde querían ir. Venía caminando hace rato ya, pero estaba liviano como nunca. Reconoció la cuadra de su casa, los jardines y los perros de los vecinos, eso si que fue un alivio.
Cada vez andaba más a prisa, y sin tocarse ni revisar los bolsillos supo que tenía exactamente $2,20 en monedas. Tomó la mitad, que era lo que siempre le costaba el colectivo y de repente…se le cruza el vecino por delante
- El está subido a dos trenes – arranca a contarle - uno va para Retiro y el otro a Tigre, en algún momento la bola le tira y se tiene que bajar – hace un silencio y da una pitada de cigarrillo - ¿me entendés? Yo necesito que estemos todos en el mismo tren.
- Sisi claro
- El temor, que es la ausencia de amor, es la gran enfermedad, el común denominador de buena parte de las enfermedades que hoy tenemos – el viejo escucha un auto y mira hacia atrás - chau nene mandale saludos a tu vieja…
            En el colectivo la máquina tenía un cartel que advertía:
“Sr. Pasajero: Solo acepta monedas de $0,70
La Compañía..”
            Claro, pensó, que imbécil que había sido en dejarlas en casa, siempre le pasaba lo mismo. Las monedas que tenia en el bolsillo solo servían para sacar dos pasajes y él viajaba solo, estaba enojado consigo mismo, era como tropezar dos veces con la misma piedra.
- Disculpe chofer, – el hombre, muy gordo por cierto, mantenía la vista fija en el camino - mire no tengo monedas de 70 ¿no me puede hacer la gauchada? tengo que llegar temprano, si o si, - el conductor no contestaba -  por favor yo siempre viajo por esta línea y nunca tuve problemas, es más usted me conoce, ¡míreme! – le toca el hombro al gordo, como para que lo observe, éste se sacude violentamente y se suelta - Además yo se que estuve mal pero no me quedó otra, puedo arreglarlo señor. – la gente detrás de él con sus monedas listas para pagar, se empezaba a impacientar e insultarlo - Si solo me dieran una oportunidad. Lo que pasa es que nadie me entiende, yo lo hice de buen corazón. – hablaba como hablan los que dudan de lo que ellos mismos afirman.
            La gente que estaba haciendo cola detrás de él se canso y finalmente lo pasó por arriba literalmente, lo aplastó. Sin embargo no se desesperó ni luchó por correrse. Como quien se siente aliviado por recibir una condena, quien se justifica lavando las copas después de romper los platos, se quedó mirando el cielo.
            Solo podía ver al vecino de antes, el de la charla. No sabía si habían pasado años o unos minutos desde aquél encuentro, le quedaba un hueco en el transcurso de su vida.  El hombre estaba bajando unas escaleras y tropezaba cada dos escalones, él lo llamaba y le gritaba, pero este parecía no escuchar...

Nico

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