miércoles, 28 de noviembre de 2012

Naipe.

“Si todos somos diferentes, somos todos iguales.”

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Cuando saqué el mazo de naipes de la caja, me decepcionó ver la delatora punta doblada que traía el as de espadas.

La observé unos segundos y luego, con tristeza, procedí a torcerle la punta a las treinta y nueve cartas restantes.


 

domingo, 25 de noviembre de 2012

La eternidad y el texto



En la historia universal de la humanidad, no sucedió una sola vez (por lo menos hasta el momento que voy a relatar), algo tan increíble y arbitrario como lo que procederé a contar ahora. Sucedió en una residencia común; padre, madre y dos hijos; quizá alguna mascota doméstica. Mas específicamente, sucedió en la biblioteca de esa casa. Una de esas bibliotecas que comprenden algunos tomos fundamentales para cualquier biblioteca y algunos de menor importancia, fruto de regalos o recomendaciones. En resumen, la biblioteca de una familia no muy dedicada al placer literario. Lo sorprendente del acontecimiento no niega su banalidad, y es tan sutil la marca que el hecho deja en el mundo, (solo en niveles metafísicos) que casi escapa a mi omnisciencia.
   En uno de los tomos (quizá La odisea de Homero, quizá Orgullo y prejuicio de Austen, o Retrato en sepia de Isabel Allende, o algún otro) algo cambió. Una página, o quizá un simple párrafo.
   Aparentemente el contenido real de la obra se desvaneció dando paso a otro; tal vez metamorfoseó en el otro texto, y se mantuvo así por breves instantes hasta que volvió a la normalidad. Nadie supo nunca sobre esto; ningún miembro de la familia estaba leyendo el libro cuando pasó, y aunque así fuera, difícilmente se habría encontrado justo en la página que cambió por escaso minuto, quizá menos.
   Cual fue el contenido del texto, escapa a mi conocimiento. Sospecho que era un pasaje mágico (mas allá de la magia absurda que lo había hecho aparecer y, mas tarde, desvanecerse). Por ahí eran instrucciones hacia la felicidad y armonía de la raza humana. Tal vez, una fracción del diario de un viajero de la eternidad, o quizá, (y esto es lo que mas temo imaginar) no era nada. Tal vez eran erráticas palabras sin significado alguno, o de algún antiguo y anacrónico abecedario extinto. Esa idea que fácilmente rechazamos por pensar ¿Quién se puede tomar el trabajo de ponerla ahí para que no sea comprendida? O mas inquietante aún, leída.
   De todos modos, el acontecimiento pasó silencioso, sin dejar mas rastro que alguna casi imperceptible coma corrida, como único testamento de su existencia, que tal vez habría sido un error de impresión. Luego de eso, el libro, con su texto original, fue pasando por generaciones, y fue leído exactamente tres veces más, hasta que finalmente fue destruido, en gran parte por el tiempo, pero en definitiva por el hombre, en circunstancias que no vale la pena aclarar y no son de relevancia para la comprensión del relato.

La realidad de ese acontecimiento había sido nula para la raza humana, y su existencia había quedado pendiendo, de un fino hilo invisible, a mi conciencia y juicio. Al leer ustedes este texto, su existencia se hará fuerte, y “será” por siempre; siempre y cuando perdure el relato. ¡Alégrense!, acaban de salvar quizás, la pieza mas importante de la auténtica magia universal.

Juan Sabena.


lunes, 19 de noviembre de 2012

Mi vida sería mas genial si mis sueños fuesen así (I).



Yendo en batimovil por el bajo, me doy cuenta que no tengo un batimovil y me quedo a pie. Camino varios metros y empiezo a cortar matorrales con un machete para terminar desembocando en un canal con pinta veneciana. del lado de enfrente de la calle (o del canal), veo una fábrica con varias chimeneas largando humo violeta, y un cartel en el frente que reza: “SAVENA & CO.”. A los costados, en tarimas de madera, bailan elefantes vestidos de marcha junto a prominentes modelos indias. Entorno los ojos y murmuro para mis adentros mm, sospechosamente extraño… mi apellido se escribe con b larga.”— Decido que seguramente será un error de los que hicieron el cartel y me subo a mi góndola para cruzar el canal, con tanta mala suerte que me detiene un policía —tiene una luz rota amigo— dice el Cobani veneciano. Efectivamente compruebo que tengo una luz rota, y con mas terror todavía, compruebo que me olvidé los documentos de la góndola en casa. Trato de sobornar al policía con billetes del monópoly que llevo en mi billetera y el hombre se enoja y me dice que podría ir preso por hacer eso. Finalmente me confisca mi bote y voy nadando hacia la orilla, ya buscaré mi vehículo por paseo Tablado mas tarde. 



   Entro a la fábrica y veo horrorizado un cuadro de lo mas espantoso; por bandas transportadoras, se van moviendo morcillas mientras máquinas de alta tecnología las comprueban con perfección milimétrica. Las que no pasan el test son eliminadas, mientras que las que son aprobadas, son enviadas a una cinta en donde una última máquina les escribe “Picasso” y luego, con un gesto cliché extremadamente italiano, junta sus robóticos “pulgar, índice y dedo corazón” para besarlos efusivamente al mismo tiempo que con un tirón los aleja de su boca de máquina que fue construida especialmente para eso. Yo me cuestiono si debería unirme al “activismo en defensa de los encurtidos” (ADE), pero luego recuerdo que soy el dueño de la fábrica y que no será conveniente para las ventas. Sigo mi recorrido y entro en un cuarto donde unos oompa loompa parecen estar practicando satanismo, pero después me doy cuenta que en realidad es el proceso de ensamblado morcillístico. Decido que no hay nada en el mundo con apariencia mas diabólica que el proceso de fabricación de las morcillas (si todavía no me creen, les dejo un lindo video que ilustra a la perfección el nacimiento de una morcilla).



   Les aconsejo que lo vean nuevamente porque es increíble; si llegasen a entrar los de CSI justo en ese momento, esa señora tendría muchos problemas para explicar por que está rellenando lo que parece ser un preservativo con tripas y sangre mientras escucha a Cristian Castro en guaraní.

   Como les decía; estos pseudo oompa loompas se me quedan mirando y uno amaga a decir “nos ha salvado estamos agradecidos” pero antes de que lo haga le pateo la cara y le tapo la boca con cinta de embalar. Mientras lo pongo boca abajo, junto todas sus manos y piernas en un manojo y las ato con una soga, los demás hacen una ronda alrededor nuestro y sacuden billetes y gritan entusiasmados. De repente, veo que de debajo de una mesa sobresale la punta de un papel. Me acerco, lo agarro y puedo ver que tengo en mis manos una tarjeta que dice “Avance hasta la salida”. No había terminado mis asuntos en la fábrica, pero ¿Quién soy yo para contradecir a una tarjeta extraña?, salgo al trote tropezándome con salchichas y chorizos desparramados por el suelo. Luego de veinte minutos llego a la salida de la ciudad, en donde mágicamente aparecen 200 monópolys en mi bolsillo, me quejo pero una voz en el aire me dice “el que depositó dólares recibirá monópolys”, así que me resigno y planeo comprar algún hotel. Me dirijo hacia paseo Tablado, pero antes de llegar, ya gasté la mayoría del dinero comprando barrios que me cruzo por ahí. Compro Paternal, Quilmes y Berazategui, y me sorprendo por la pujanza del país en donde cualquier ciudadano puede ser dueño de un barrio por $100. Camino un poco mas y veo pasar un sombrero que se arrastra penosamente y lo sigue un dedal que le pisa las solapas. Con gran empeño llego hasta “Avenida Pacífico” en donde decido quedarme en un hotel de lujo aunque en realidad no quería y tenga que hipotecar tres propiedades para costear mi estadía. Entro a mi habitación y sorprendentemente me recibe Scarlett Johansson que provocativa me llama a la cama. Me acerco rápidamente, pero antes de llegar, ella empieza a tener pequeñas arcadas y de su cuerpo empiezan a salir plumas; esto es suficiente para que yo me detenga. Ahí mismo donde me encuentro parado, saco un crucifijo y se lo muestro tras el grito “SAL DEMONIO”. Scarlett Johansson sigue teniendo arcadas que se convierten en cacareos cada vez mas fuertes. Todo se empieza a desvanecer. Ya borrosamente puedo ver como le sale un pico y aletea torpe y tristemente mientras plumas amarillas vuelan por todos lados.

***


   Me arrastro hacia el borde de la cama, agarro el celular con su horrible despertador de gallo y amago a tirarlo por la ventana, pero lo pienso mejor y decido simplemente apagar la alarma. Siento un dolor punzante en el muslo y de entre las sábanas agarro una pequeña carretilla de metal que anteriormente se encontraba clavada en mi cuádriceps.

   Me quedo meditando un rato y llego a la conclusión de que no soñé nada esa noche, ¿que se le va a hacer?. Si después de todo, yo nunca sueño.

Juan Sabena.
 




domingo, 4 de noviembre de 2012

Almohadón de azúcar (II).


 Para los que estuvieron ausentes, en capítulos anteriores de "Almohadón de azucar" Almohadón de azucar (I)


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En la entrega de hoy, van a apreciar uno de mis primeros pensamientos filosóficos, que como es de esperar de un púber, hace agua por todos lados.


El por que una naranja es igual a un elefante.

¿Quién pone límites?, ¿quién dice que una naranja va a crecer hasta ser un objeto redondo de aproximadamente 7 cm de diámetro, y no va a seguir creciendo o desformándose y ser, por ejemplo un elefante?, entonces ¿que diferencia a una naranja de un elefante?... el sabor, probablemente, siendo el cítrico ácido y el elefántido amargo y seguramente peludo. Pero supongamos por un momento que somos una persona carente de lengua, no podríamos diferenciar a la fruta del animal a menos que la veamos o tengamos contacto con ella. Entonces vamos a suponer también que somos ciegos y que no tenemos tacto; en este punto, señores, en este punto es en el que puedo demostrar que una naranja es igual a un elefante. Cuando seguimos existiendo en un mundo donde lo material pierde forma para la propia percepción, es en donde nadie puede asegurarnos que una naranja es diferente a un elefante, un elefante es diferente a un kiwi, o un kiwi es diferente a una plancha. ¿quién dice que lo que vemos no es solo una ilusión, y es en este estado [sin gusto, ni vista ni tacto] en el que realmente estamos en presencia de la verdad?.

Juan Sabena.